domingo, noviembre 11, 2007

CELEBRAN DIA INTERNACIONAL DEL CREOLE EN CUBA
Por Raimundo Gómez Navia

La presencia del creole entre la diversidad idiomática cubana fue festejado en la Casa de la Cultura de La Habana Vieja, en la capital de la mayor de las Antillas, por una nutrida representación de la comunidad haitiana residente en Cuba.
Cada 28 de octubre se celebra el Día Internacional del Creole, declarado como tal desde 1979 en las Islas Seychelles. En Cuba se comenzó a celebrar este día desde el 1996.
Rosita Jean, cantante descendiente de haitianos y primera persona que interpretó en creole ante la radio y la televisión cubanas, recibió especial homenaje en esta ocasión.
El creole, se oyó en la radio y en la televisión cubana por primera vez en la voz de “La Haitianita”, como fue bautizada esta cantante de números románticos surgida casi de la nada y hasta el estrellato en los primeros años de la década de 1950.

De manera temeraria, con apenas varias semanas llegadas a estos medios como aspirante a cantante, y ganadora de competiciones para tal fin, la descendiente de padre y madre haitianos hizo honor al lenguaje de sus ancestros.
Desde sus primeras presentaciones interpretaba boleros en español y los terminaba en creole. Entonces le comenzaron ofrecimientos de contrato en night club,cabarets y otros centros por la calidad vocal demostrada.

Aquejada por algunas dolencias corporales decide jubilarse en la década de 1980 y, desde entonces vive de los recuerdos de lo que significó su voz, las letras de sus canciones románticas y de bolero, su interpretación en creole y su figura en el país.
El doctor Jean Maximus Bernard, consejero cultural de la embajada de Haití en Cuba presente en el homenaje, declaró que los valores reflejados en la vida de esta mujer se destacan por su sencillez y constancia a favor de la presencia e idiosincrasia de sus ancestros.

La celebración del Día internacional del creole contó con un espectáculo presentado por un grupo de descendientes de haitianos, la muestra fotográfica sobre la vida de Rosita Jean, la audición de un disco con su voz, la narración de sus anédoctas y la interpretación por ella de varias canciones en creole.
La historia del creole como medio de comunicación data desde los siglos XVI y XVII, entre los esclavos africanos traídos al Nuevo Mundo y los amos europeos colonizadores. Fue una mezcla de varios dialectos africanos con el español, el inglés y el francés, de acuerdo con la zona de asentamientos de los interlocutores.

En Haití, la fusión se produjo con el francés. El éxodo por la revolución haitiana en el periodo de 1791 a 1804, y posterior inmigración por motivos económicos, introdujo el creole en Cuba como una forma alternativa de comunicación.
Los cafetales fueron el principal escenario de esta forma de hablar entre los esclavos y luego trascendió hacia las plantaciones cañeras y los centrales azucareros. Las huestes mambisas conocieron también de este lenguaje
durante el desarrollo de la Guerra de Independencia.

Se le conoció como patuá, término despectivo adicional de discriminación hacia sus hablantes.

En Cuba llegó a convertirse en la segunda lengua más hablada, debido al alto número de inmigrantes haitianos y sus descendientes en el país. Cada vez más los cubanos fueron accediendo a este lenguaje para su intercomunicación con los haitianos, y llegaban a hablarlo, entenderlo con dificultad o a estar de alguna manera familiarizados con algunos vocablos.
Está muy difundido en las provincias orientales, aunque también se habla en Camaguey y Ciego de Avila, y en menor medida en Ciudad de la Habana y demàs provincias, según la presencia de haitianos y sus descendientes.

miércoles, octubre 24, 2007

JOSE A. MARTINEZ ALCANTARA, EL INTERNACIONALISTA (22-10-2004)

Significó mucho para mí cumplir la misión a la que me mandó la Revolución en Angola, como combatiente reservista.

Allí libré acciones directas combatiendo al enemigo de ese pueblo africano, pagando, como ya se ha dicho por Fidel Castro, esa deuda moral que tenemos los cubanos con los hijos de Africa que fueron arrebatados por la fuerza por los colonialistas, y traídos como esclavos tanto para Cuba, como para Haití y las demás zonas del Nuevo Continente.

Soy trabajador de la empresa ECOI-18, de Florida, Camaguey, en el Contingente Julio Sanguily. Antes trabajé en la Empresa de Cultivos Varios de Florida, en la que dediqué parte de mi juventud, participando directamente en labores de construcción.

A lo largo de los años he participado en la construcción de muchas de las escuelas y viviendas que hoy cuenta este municipio de Florida.

Soy hijo de haitianos. Mi padre se llamaba Medeise Almazan y le decían Chode. Nació en O Cayes. Mi abuelo, Camile Almazan , también de O Cayes, vino hacia Cuba en 1902, después regresó a Haití e hizo un par de viajes más a Cuba.

En 1948 vinieron a Cuba y entonces, se quedaron aquí. Se establecieron en Palma Soriano, provincia de Santiago de Cuba, para la recogida de café. Después se trasladaron hacia la colonia Santiago Pérez, en el actual municipio Carlos Manuel de Céspedes, provincia de Camaguey, donde se incorporaron al corte de caña y otras labores agrícolas como la chapea, surque de caña y otras tareas.

Mi padre se casó con mi mamá, una cubana, en Vega Honda, en Palma Soriano, antigua provincia de Oriente. Después se mudaron para Florida, en Camaguey.
Nací en 1955.

Ellos me dieron una educación que fue más allá de la que recibí en la escuela. Me prepararon para la vida, para el trabajo. Mi padre me enseñaba ha hablar en creole y me insertó en los primeros pasos y participé en algunos cortes de caña aún siendo menor.

Pero ello no impidió que siempre velara porque yo estudiara. Luchó mucho porque alcanzar los estudios superiores.

Mi padre nos narraba cómo era la vida en Haití, cómo se trabajaba allá, cómo se ayudaban unos a otros, cómo compartían sus terrenos y los cosechaban. Tenían, incluso, trapiches criollos y molían la caña.

También contaba sobre la venta que se hacía de los productos. Decía que se reunían en un lugar determinado como especie de un mercado, para vender los productos. Constantemente nos hacía anécdotas sobre eso y nos enseñaba, incluso, fotos que conservaba de esa época.

Estudié la enseñanza media superior en La Habana y continué y me gradué como Ejecutor de Obra Civil, mi actual profesión.

Me encontraba trabajando en la Empresa de Cultivos Varios de Florida me seleccionaron para cumplir la misión internacionalista en Angola.

Participé en aquella contienda y tuve un desempeño que fue reconocido. Tengo cinco o seis medallas, dos o tres estímulos y medallas de Primera Clase, como la Medalla Antonio Maceo, la Medalla Distinguida de Angola Agostino Neto, recibida por una labor realizada allá, y recientemente me hicieron llegar y entregaron aquí en Cuba la Medalla de la República Popular de Angola.

Cumplí sencillamente con la Revolución, su mandato de internacionalismo proletario, al igual que miles y miles de cubanos que han actuado en defensa de la Revolución, como ahora lo han mostrado los cinco cubanos prisioneros del imperio por haber luchado contra el terrorismo en los propios Estados Unidos de Norteamérica.
RAQUEL MOISES FELIX, LA MAESTRA

Nací el 22 de julio de 1946, en Bayate, Guantánamo.

El lugar donde yo nací era un poco complicado. Allí habían emigrado miles de haitianos que trabajaron, hicieron sus fincas y vivieron de lo que hacían.

Soy hija de Mauricio Moisés Claire, nacido el 14 de junio de 1925 en Francia, y donde trabajó como criado en una casa; de allí viajó a Haití, por un problema con la esposa de mi abuelo, se hizo panadero y, cuando se produjo un conflicto político o guerra, con un cambio de gobierno, entonces se trasladó para Cuba.

Mi mamá fue Julia Félix Veranez, nacida el 24 de diciembre de 1925 en Miranda, Holguín.

Ambos están fallecidos.

Mis abuelos maternos fueron Salomón Félix Deyet, nacido en Jeremie, y Modesta Veranez Félix, nacida en San Juan del Sur, Port Salut.

Vivíamos juntos, una casita al lado de la otra. La de Ducier, la de Teresa, la de María la gorda, la de la otra Teresa, la de mi madre…

Mi papá se dedicó en Cuba a trabajos duros: a tumbar monte, a hacer fincas (hizo como tres en el lugar en que residíamos). Cortaba los árboles, quemaba los palos y sembraba maíz y café.

Así hacían todos los haitianos que residían por allí y convirtieron en explotables todas aquella tierras de las lomas.

Pero las fincas eran de Rafael Ducier, cuyo hijo trabajaba como ingeniero mecánico en la Ciudad Universitaria José Antonio Echevarría (CUJAE), y tenía un padrino, Ramón Almirante.

Todos los años ocurría que no había dinero para comprar nada, porque siempre quebraba la finca. Ducier y Almirante se quedaban con el dinero.

A los haitianos siempre les sucedía lo mismo; no les alcanzaba el dinero cuando hacían la liquidación de la cosecha de café. Entonces les daban otro pedazo de tierra, llena de monte, para que tumbara los arbustos, la limpiara, para sembrar café.

El guajiro no tenía otro camino, tenía que seguir trabajando como ignorante y vivir con la esperanza de tener al año siguiente, en la nueva finca que había creado, la cantidad de dinero que no había logrado en ese año. Pero al siguiente período, le sucedía lo mismo.

La mayoría de los padres regalaban a sus hijos. Mi papá mandó a una de mis hermanas para la Somanta, a la otra, que murió, para la casa de la haitiana Lucilo, porque la cosa estaba dura.

Cuando llegaba la época de la cosecha las reunía para trabajar y, al terminar la cosecha, las mandaba de nuevo de vuelta.

Yo recogí café sembrado por mi padre, porque desde chiquita nos llevaban al campo, a llevarle la comida, recoger café y demás menesteres.

Todos se quejaban de tal situación pero, ¿Quién iba a reclamar? ¿A la misma persona que le decía que no quedaba nada, que la liquidación de la cosecha era 0 y se quedaba con la finca y los cafetos?

El haitiano sólo preparaba la finca, las ponía en explotación y la cosechaba.

Los haitianos no sabían leer ni escribir. Los que vinieron hacia Cuba vivían muy mal en Haití. Los que allí tenían superior status emigraron hacia las grandes ciudades de países desarrollados.

Mi padre era un hombre instruido, tenía un cuarto o quinto grado de escolaridad; mi mamá, no. Sabía un poco y siempre tenía el interés de que sus hijos aprendieran. Leía la Biblia y le enseñó a mi mamá a hacer muchas cosas. Sus hijas fuimos guiadas hacia los estudios. Mandó a mi hermana mayor a la ciudad a aprender a coser y otras cosas. Exigía que las niñas fuéramos a la escuela.

Cuando hablo de mi madre lo hago pensando que tanto ella como las otras mujeres haitianas sufrieron las consecuencias sociales imperantes. Todas ellas tenían la misma situación. Algunas venían directamente desde Haití, pero muy jovencitas; otras eran nacidas en Cuba como descendientes de haitianos.

Mi papa trabajó con mi abuelo materno, Salomón Félix Félix –que estaba en Cuba antes que él- en la zafra azucarera en el central Jurisdicción. Se casó con su hija, Julia Félix Veranes, aún una niña sin conocimiento de la vida, nacida en Cuba, y se pasó la vida procreando, enclaustrada en la casa, por el temor de mi padre de perderla.

Eso originó que mi madre estuviera siempre seria, no tenía alegría. Era una mujer muy bonita, muy hermosa, pero sin paz. Era una muchachita sin nivel cultural. ¿Qué habilidades tenía? Bordaba, tejía y cosía. Por eso, nos enseñó y todas nosotras, sabemos coser y bordar.

La única salida de la casa que hacía era los domingos, a rezar en el templo. Aprendió a leer la Biblia, cosa buena, porque no tuvo tiempo de ir a la escuela. No era feliz. No tenía las cosas que necesita el ser humano para vivir.

En el tiempo de la recogida de café mi padre regresaba a las lomas y mi abuela, Modesta Veranes Peña, se quedaba con las hijas de él.

Mi abuelo era un hombre muy serio, no se reía casi nunca, un viejo hermoso. No tenía tabúes respecto a estar vigilando constantemente a las hembras si se enamoraban o no, de si un hombre venía, enamoraba a su hija y se casaba.

A pesar de su ignorancia, mantenía una cultura y una concepción del mundo desarrollada, porque no poseía recursos para haber aprendido más.

Mi abuela, no muy hermosa pero sí cariñosa y agradable. Se podía aprender muchas cosas de ella. Vino desde Haití, dejando hijos allá, y tenía la cultura de andar limpia, bonita y de hablar con sus hijos y darles buenos consejos.

Yo no recibí de mi madre ese mismo trato que nos daba nuestra abuela. Mi abuela era otra mujer, que ya tenía familia hecha en Haití y mi abuelo, que vivió toda su vida enamorado de ella. Era una persona muy activa, que cuando hablaba había que escucharla, que decía las cosas que había que hacer, que decía lo que había que aprender, y por qué la mujer debía luchar y no estancarse. Era cristiana y de respeto, porque nunca abandonó la cultura que trajo consigo de su país y que mantuvo toda su vida en Cuba.

Los dos vivieron muchos años. Murieron de vejez: mi abuelo en el 1977 y mi abuela en el 1981.

Mi madre murió y también otras dos tías mías. Otras dos tías, Isabel y Petronila Félix Veranes, se mantienen con vida en la ciudad de Camaguey. Los tíos, se encuentran dispersos, algunos en Bayate y otros ni se por dónde.

De mis abuelos paternos no puedo decir nada porque no llegué a conocerlos. No supimos quienes eran.

De unos y otros aprendí algo muy importante en la cultura del haitiano: el respeto. Nadie podía faltarle el respeto a otra persona. No coger lo que no es de uno. Los muchachos no nos podíamos aparecer en la casa con algo que no fuera de nuestra propiedad. Se exigía mucho por eso.

Había que saludar siempre. Los hijos no podían estar presentes en las conversaciones de las personas mayores.

Se vía con miedo a ello.

Cuando llegaba a la casa una persona adulta los niños nos ocultábamos, desaparecíamos del escenario. Regularmente las hembras nos íbamos para la cocina a trabajar y a hacer otros quehaceres para que los adultos conversaran.

Era tanto la rectitud en esta situación que los hijos no llegaban a comunicarse mucho con los padres, porque esa comunicación era hasta considerada una falta de respeto.

En aquellos tiempos habían costumbres que el haitiano las llevaba demasiado lejos. Eso provocaba que habían hijos que temblaban ante la presencia del padre. La única comunicación válida era obedecer las leyes de los mayores.

Eso abundaba mucho en la comarca. En una fiesta el hijo no podía hacer nada más allá de lo que le habían dicho sus padres. Muchas de las muchachas no se podían maquillar porque el padre no quería, aun cuando tuvieran 20, 30 años o más.

Se vivía bajo el mando absoluto de los mayores

ºMi papá me mudó para casa de mi abuela y empecé a vivir con ella hasta los cinco o seis años en que me mudé con una tía casada también con un haitiano venido en un segundo grupo en aquel entonces.

Entonces vino a Cuba mi bisabuela a buscar a su hijo, mi abuelo, por la relación que éste tenía con mi abuela, quien ya era madre de los niños que había dejado en Haití. El abuelo no se quiso ir y, entonces, mi bisabuela se llevó consigo para Haití a Evelia Félix Veranes, una tía mía, quien aún se mantiene por allá, casada y con ocho hijos.

Por esa separación se perdieron los vínculos familiares, entre otras razones, porque no se carteaban debido a que no sabían leer y escribir. Recientemente una sobrina mía, que reside en Camaguey, viajó a Haití y encontró a Evelia y conversaron. Pero, según refiere mi sobrina, ella está resentida y casi nos no quiere reconocer como familiares suyos. Vive en Saint Jean, en Okay

Fui creciendo.

Aquello era una zona cafetalera y había que trabajar duro recogiendo café. Así era la vida en aquellos tiempos.

En el barrio todos eran haitianos y los viejos no dejaban que sus hijos hablaran en español. Había que hablar obligatoriamente en creole.

Mi papá quería que nosotros habláramos en francés, porque decía que el creole era la lengua de los atrasados. El nació en Francia y hubo ese problema del idioma entre él y mi mamá, que sí hablaba en creole.

Aquellos eran tiempos tristes. El domingo era un día especial. En la mañana había que ir caminando hasta la iglesia y, por la tarde, acudíamos ante un señor llamado Rafael Dulier, que tenía un poder, y se daba el culto.

El lunes todo el mundo iba para el trabajo y las muchachitas, principalmente las mayores, se quedaban en casa. Aprendían a tejer, a bordar o coser. Tenían que trabajar mucho.

Era obligado que los niños, en especial los varones, trabajaran y por lo tanto no acudían a la escuela.

No se nos dejaba comer con el plato en la mano, sino colocado en la mesa, sonar los cubiertos o soplar la comida, sí andar bien vestidos, calzados y asistir regularmente al templo. Esa era la educación familiar que recibimos

Se hacían las fiestas de pascuas, los banquetes, y todo el mundo, hasta los niños, sentados alrededor de la mesa. Eran colocados los platos típicos de Haití, las ensaladas, los dulces.

El primero de enero, Día de la Independencia de Haití, todos los vecinos confeccionaban sopa de calabaza. Aquello era muy hermoso porque todos comían en todas las casas que visitaran.

La tradición muestra que eso era así porque durante la guerra de la independencia los esclavos haitianos pasaron hambre debido a que no había mucha comida. La calabaza fue su alimento por excelencia y gracias a ella sobrevivieron.

Los haitianos con un poco de más conocimientos propusieron y lograron una vez independientes que se celebrara este día con una sopa de calabaza con carne y otros componentes.

Por eso es que, durante toda la noche anterior, se ponen a hervir los huesos de res para que, desde bien temprano el primero de enero, se pueda ya estar consumiendo la sopa de calabaza en todas las mesas de cada casa de haitiano.

También ese día cada quien estrena su ropa nueva y visita con ellas puestas a sus parientes y vecinos.

En los templos e iglesias se pasa toda la noche entonando canciones y plegarias.

Al clarear el día comienzan los festejos, muy lindos, por la independencia de Haití. En Cuba, por la conservación de nuestra cultura, siempre lo celebramos tanto los haitianos autóctonos como sus descendientes.

También se hacían festejos en la Semana Santa. En todas las casas de haitianos se disfrutaba del dulce de frijoles caballero. Cada quien visitaba a los otros y consumían mucho dulces. Mi abuela los hacía y servía a los visitantes en unos vasos.

Las comidas haitianas eran variadas. Estaba el fufú (quimbombó, mucha carne y varias viandas), que no se masticaba sino que sólo se tragaba, comían mucho frijol gandul, boniato, frijol caballero. Eran comidas parecidas a la cubana

Una tía mía tenía una escuela donde enseñaba a leer y a escribir (con la cartilla el Cristo, A, B y C). Ibamos un grupito, porque en ese barrio no había escuela y, los domingos, acudíamos a la iglesia.

Hice el segundo o tercer grado con la profesora Cristina Mato Torres, que era muy buena. Llegó el triunfo de la Revolución y construyeron una escuelita en el lugar, donde cursé los primeros grados.

Mi papá me llevó de vuelta a su lado. Estuve poco tiempo pues fue cuando me trasladé hacia La Habana a estudiar, ya con cuarto grado. La maestra me regaló el libro de La edad de oro y, por ella, se me despertó el interés por convertirme en maestra.

En el tren donde me trasladé hacia La Habana vinieron las muchachas del Plan de Becas conocido como las Ana Betancourt, en el año 1961, mucho antes del ciclón Flora.

Estuve becada en Malanga, villa Viriato, y en las vacaciones nos llevaban hacia nuestras casas. Muchas muchachitas no regresaron de nuevo a la beca, pero yo sí, estudié los otros grados de la enseñanza primaria y llegué a graduarme de maestra en 1972.

Trabajé en el Plan Primero de Mayo, en la atención a los llamados Hijos de la Patria, los huérfanos, en la zona de Miramar.

Cuando me gradué me enviaron a trabajar a Oriente, en Jamaica, Guantánamo, donde comencé mi Servicio Social y que no lo terminé porque me casé con Fidencio Velásquez Peña, ya fallecido, y tuve a mi hija, Moraima Velásquez Moisés.

Casi toda mi familia se había mudado hacia Camaguey.

Tenía entre quince y dieciséis años. Al nacer mi hija ya no quería estar en aquel lugar porque creía que podía hacer otra cosa.

Trabajé después en la ciudad de Guantánamo, en la escuela Manuel Ascunce Doménech. Tenía muchos alumnos, trabajaba mucho, pero no había avance. La directora, Ana Seisdedos, aplicaba diferencias en el tratamiento a las maestra viejas y a las nuevas. A las nuevas nos daba todos los alumnos malos, y a las maestras de mayor experiencia los alumnos con posibilidades de pasar de grado.

Me gustaba enseñar y lo hacía de buen agrado. Tenía a los muchachos de todos los barrios, aquellos que no eran hijos de “mamá y papá”.

Pensé que podía hacer algo mejor y decidí trasladarme para La Habana con mi niña. Preparé todo. Nadie supo de mis intenciones. Cuando terminó el curso me trasladé hacia La Habana. Mi hija estaba en edad de círculo infantil.

En la capital viví en muchos lugares, siempre con mi hija. Empecé a trabajar en la escuela ubicada en una antigua estación de policía en la calle Picota, en la Habana Vieja. Allí obtuve experiencias muy bonitas. Trabajé con alumnos que no eran fáciles, pero me querían tanto que yo era feliz en esa escuela. Mi hija comenzó a asistir al círculo infantil, y continuó el preescolar en la propia escuela en que yo trabajaba.

Estuve trabajando en esa escuela hasta el año 1980, en que fui a una misión internacionalista.
GONZALO ALTIDO ALLINO, EL GUANTANAMERO RECUERDA UNA EPOCA

No pretendo contar un cuento ni escribir una historia. Simplemente narraré pasajes de mi vida como descendiente de haitiano en Cuba.

Nací el tres de diciembre de 1933 en una finca cañera llamada Manantial, formada aproximadamente por unas 27 caballerías, en el actual municipio de El Salvador, de la provincia de Guantánamo.


El dueño de la finca era Luis Faure, casado, y su esposa tenía otra finca más pequeña, de unas siete caballerías. Colindaba con las fincas cañeras San Manuel, al Este, San Felipe al Oeste, San Bartolo, al Norte y San Manuel al Sur. La finca tenía un mayoral, Felito, persona pacífica.

Soy hijo de Ceduan Artido Montera, rebautizado en Cuba como Eduardo, y de Angili Allinó Yebe, ambos nacidos en Port Salut, Haití. El llegó a Cuba en el 1914, los diez años de edad, y ella en el propio año en que nació, en 1925, los dos por Santiago de Cuba. De allí fueron a parar a Guantánamo, donde residieron hasta sus últimos días

En total fuimos siete hijos del matrimonio de ellos dos: seis varones (uno ya fallecido) y una hembra (fallecida).

También vinieron a Cuba una hermana y un hermano de mi padre y un hermano de mi madre, todos fallecidos ya.

Había una haitiana que hacía de comadrona. Su nombre: Cristina Semaná. Ella también nos cortó el ombligo a casi todos los jóvenes descendientes de haitianos nacidos en la zona. No tenía descanso. A veces era buscada a altas horas de la noche o de madrugada para atender a una parturienta.

En este lugar crecimos varios jóvenes en la misma época, unos 25 hijos de haitianos de más o menos la misma edad, éramos muy unidos. Allí también había jamaicanos que compartían con nosotros.

Nos reuníamos para ir a la escuela, en un lugar llamado Agapito, a tres kilómetros de donde yo vivía, pero a todos se nos hacía camino ir a ella. El dueño de aquella finca tenía cinco hijos (hembras y varones) y por eso accedió a que se instalara allí ese centro de enseñanza.

Cuando salíamos en el horario de receso nos íbamos hasta los campos de siembra cercanos a comer caña, guayaba, ciruela y otras frutas. que quedaba a cuatro kilómetros de distancia.

Jugábamos a la pelota, nos bañábamos en los pequeños arroyuelos de la zona y así pasábamos parte del tiempo que no dedicábamos a trabajar en el campo.

También íbamos a las fiestas de bembé y otros lugares.

En el lugar llamado Santa Rita se efectuaba bembés los días 16 y 17 de diciembre, celebrando la fecha de San Lázaro. Valentín estaba al frente de un bembé y un tal Yira atendía otro. Este último, tiempo después, en época de la lucha revolucionaria contra el dictador Fulgencio Batista, fue ejecutado por los rebeldes, ya que se dedicaba a chivatear a los revolucionarios y a gentes sencillas de la zona.

Otra fiesta que se celebraba era e 21 de abril, el día de San Anselmo. Se celebraban bautizos, corrida de caballos y bailes populares.

En contadas ocasiones nos íbamos para el cine -distante a cinco kilómetros- y, al regresar a nuestras casas, nos cambiábamos de ropa e íbamos directo para el corte de caña y aprovechar el tiempo nocturno o de madrugada, sin sol.

Más al Oeste de donde nací estaba el central Ermita (hoy Costa Rica), dirigido por Juan Linares, persona muy exigente. Los dueños, mister Randol, mister Elmo y mister Sam, eran norteamericanos. Allí quedaba el cine donde se daban funciones con dos filmes en cada tanda por diez centavos la entrada. Otro lugar al cual íbamos al cine era en Cuneira, a cinco kilómetros del lugar de residencia. Allí también acudíamos a jugar pelota, a escuchar música en la victrolas de los bares y a pasear por el andén ferroviario.

En otro sitio, llamado San Manuel, distante a dos kilómetros de mi zona, jugábamos a la pelota, íbamos a una pequeña presa donde nos bañábamos y bañábamos a los animales. Un carnero era dedicado a dar vueltas alrededor de la bomba mediante la cual les llegaba el agua a un tanque para su distribución entre los vecinos. Varios haitianos y jamaicanos residían en el lugar.

Asistíamos regularmente sábado y domingos a un bar nombrado “El Bayeye, donde había una victrola (o traganiquel). Su dueño se nombraba Erbidelio.

En una oportunidad se realizaba una fiesta en el local del sindicato y, de pronto, se produjo un accidente ferroviario. El tren cañero iba subiendo una pendiente y no la pudo rebasar. Le hicieron un corte pero la parte de atrás retrocedía y colisionó contra otro tren que estaba detenido en la distancia. Hubo un muerto y pérdidas materiales de consideración.

Cerca de mi casa vivía la familia de apellido Cruz. El viejo era una persona pacífica, muy tratable. Pero su mujer era agresiva. Tenían varios árboles de mango y los muchachos íbamos a buscar esa fruta y, en muchas ocasiones, ella nos lo negaba.

En otro lugar cercano, La Retranca, vivía una familia de apellido Acebal. Varios de sus muchachos iban con nosotros a la escuela y a jugar pelota.

Una familia adinerada, los Casal, poseían en la zona tiendas comerciales, camiones, una farmacia y también en Santiago de Cuba un almacén. Antes que ellos hubo una sociedad dominada por un tal Pedro Torrel, quien le vendió sus propiedades a los Casal.

La zona era asentamientos de varios haitianos en la década de 1930. Se dedicaban a cortar caña y a otras labores como trabajar en los campos de sembradíos de frutos menores.

Estaba Carlos, sobrino de Niní y de Fela. Niní tenía una finquita en el lugar conocido por La Victoria, y Fela otra en San Juan.

Más adelante quedaban San Bartolo Arriba y San Bartolo Abajo, asentamientos haitianos de cortadores de caña. Varias haitianas se dedicaban en ambos lugares la venta de dulces, pan, bacalao y otros alimentos de la culinaria haitiana.

Margarita, otra haitiana, y la familia de Ane poseían finquitas sembradas de caña.

Muchos de aquellos haitianos fueron repatriados a Haití en esa época de 1930, un grupo grande no quería irse. Fueron obligados, a una salida forzosa. Esto sucedió masivamente, al menos en dos oportunidades, según recuerdo.

Otro mayoral, Antonio María Alemañy, en el batey , era una persona muy popular en el territorio. Organizaba fiestas en su casa en las que participaban muchas personas distintas. No hacía distinción de clases.

El batey, distante unos dos kilómetros de donde vivíamos, se mantenía alegre. Residía allí muchas familias humildes, como los Pico, los Ventura, los Ruiz, los Aguilera, los Puebla, los Masso y tantas otras. Vivían varios haitianos y jamaicanos. Abundaban las muchachas bonitas. Se jugaba mucho a la pelota y se daban fiestas.

Vivían allí Cipriano Salazar, Panuncia, Arrastre, Lamotte y otros veteranos de la Guerra de Independencia. Lamotte acostumbraba a declarar que, si cuando el marine norteamericano ultrajó a José Martí subiéndose en su estatua en el Parque Central, en la capital del país, y orinarse desde allá arriba, él, en persona, lo hubiera matado por esa falta de respeto.

Al comenzar el período de cortes de caña todo se ponía en función de esa actividad. Era un martirio participar pues era prácticamente el único trabajo accesible para los haitianos. Se formaban discusiones y hasta broncas por tener un “cayo” de caña para participar en los cortes. Recuerdo una famosa riña de estas entre uno llamado Genaro y otro que no recuerdo su nombre. Aquello fue terrible entre esos dos hombres enredados por ganarse el derecho a trabajar en el corte de caña.

La vida nos obligaba a ello para enfrentar y sobrevivir aquella sociedad. En el llamado “tiempo muerto” compartíamos lo poco que teníamos. Se salía hacia las zonas cafetaleras, para participar en su cosecha, donde se pagaba muy bajo precio por cada lata del grano recogido.

Las injusticias con los haitianos eran de todo tipo.

Teodoro Martínez, un policía designado para aquella zona, se distinguía por su conducta abusiva y aprovechadora. Era hermano del mayoral Felito. En una oportunidad quiso abusar de su tío político, quien tuvo que guarecerse en casa de una familia vecina. Un haitiano empleado de la finca, llamado Luisma, intervino y protegió al perseguido.

El propio policía, impulsado por los chismes de su esposa acerca de problemas sobre animales que no quería que los amarraran en los pastos mejores, fue en una oportunidad a mi casa. Ofendió a mi padre y a un hermano mío. Eso provocó que se entablar una acción judicial, en aquel entonces en la ciudad de Santiago de Cuba, pero que finalmente todo quedó amañado a favor del policía y de su esposa.


Rancho Grande se llamaba el lugar donde había un centro comercial propiedad de la familia Casal. Allí había un mayoral llamado Montero, siempre de visita en el Cuartel de la Guardia Rural denunciando injustificadamente a las personas. Tenía su casa atrincherada, rodeada de una barrera con sacos de arena, y poseía un arma de fuego.

En una ocasión estábamos cortando caña en San Juan. Habían transcurrido varios días y no se recogía la caña cortada. Fui aproximadamente a la una de la tarde a hablar con el mayoral Montero para que nos mandara un camión para sacar la caña amontonada en el suelo. Lo encontré sentado en el portal de su casa. Lo saludé y le planteé el asunto. Con tono despectivo me respondió y negó lo que le estaba proponiendo. Su argumento: había que sacar primero la caña de la Compañía primero que la de los colonos.

Según versiones de la época, se decía amigo personal del dictador Fulgencio Batista. Fue ajusticiado en tiempos de Revolución por su mala conducta con los trabajadores.

martes, marzo 27, 2007

VENEZUELA: MUNICIPIO DE ASENTAMIENTOS Y GRANDES TRADICIONES DE LA CULTURA HAITIANA
Por: M.Sc. Silvia Alvarez Ramos.

El conocido hoy como municipio de Venezuela, en la provincia Ciego de Avila, porción central de la República de Cuba, constituye uno de los lugares donde se asentaron en número importante los inmigrantes haitianos arribados a la Isla como braceros para la zafra azucarera en las primeras décadas del siglo XX.

La historia y surgimiento de estos predios se remontan al siglo XVI.

En 1577 el cabildo de Sancti Spíritus, a cuya jurisdicción pertenecían las tierras que hoy conforman la provincia de Ciego de Ávila, hizo la demarcación de un número considerable de hatos y corrales, entre ellos se encontraban: Ciego de Ávila, Las Chambas, Nauyú, Los Perros, Morón, La Guira, Júcaro, Baraguá, Lázaro López, Dos Hermanas, entre otros.

Estas tierras estaban habitadas por indios organizados y divididos en dos cacicazgos: el de Ornofay, al sur, y el de Cubanacán, al norte, subdividiendo a poblados que los colonizadores llamaron “paraderos” y entre ellos se encontraba “Sabanalamar.”

En el libro La fiesta de los Tiburones señala su autor, el avileño Reinaldo González premio Nacional de Literatura:…”Y empezó a oírse el nombre del Quince y Medio que hasta ese momento pocos conocíamos. Venían hombres de negocios, sembradores y carpinteros preguntando por el Quince y Medio.

“La gente empezó a mudarse y aquello parecía una feria. Venían con familias enteras, bultos de ropas y cuanto Dios creó. Mientras más llegaban más pedía el ingenio nuevo.

“En Ciego de Avila todo el mundo sacaba la cuenta de qué sabía hacer y qué iba a declarar cuando le preguntaran los de la compañía. No había otro tema. Esperábamos matar el hambre vieja con el ingenio.

“Vinieron de muchas partes: isleños, asturianos, jamaiquinos, haitianos, y hasta chinos vi por aquí. No le diré que tantos como iban a venir después, pero algunos chinos descarriados ya andaban por el Quince y Medio en los primeros tiempos del ingenio.

“A partir de 1910 se incrementan sustancialmente los capitales de comerciantes en el Quince y Medio predominando el español, el chino y el nativo en menor escala. Así surgieron tiendas de víveres, de ropa y calzado, varios cafés y bares, una carretería para reparar estos equipos, dos tejares, que producían ladrillos de arcilla para la industria azucarera y otros usos, así como porrones y otros utensilios, fondas, gasolineras, ferreterías, talabarterías, herrería, panadería, un pequeño matadero de reses y un hotel entre otros; carnicería, limpiabotas ambulantes, tren lavado de ropa manejado por lo general por chinos, cine-teatro, servicio de acueducto privado de la familia Sánchez, cocheros de ómnibus privado, e incluso en el lugar funcionaba la alcaldía mi barrio”.

“Con la llegada de la Primera Guerra Mundial este comercio prosperó notablemente y continuó su compás de desarrollo paralelamente al auge de la producción azucarera, surgiendo incluso una sucursal bancaria que desapareció con la crisis de 1921.

“El poblado floreció y se convirtió en el centro comercial de mayor importancia del territorio. Como los dueños del central no permitían en sus predios otros intereses que no fueran los de la compañía esta medida favorecía directamente el gran desarrollo que alcanzó el Quince y Medio.

“Allí se efectuaba el comercio con las áreas rurales, los mítines y actos políticos, se encontraban ubicados el local del Sindicato Azucarero, los locales de los partidos políticos…Todo este desarrollo del comercio posibilitó que floreciera una pequeña burguesía en el pintoresco poblado.

“Otro de los factores que incidió en este florecimiento fue el ferrocarril de Júcaro a Morón, debido a que en el centro del pueblo fue construido el paradero o estación de Silveira, lo cual facilitaba el transporte de mercancía y mensajeros. Aunque existía un camino desde este lugar hasta la ciudad de Ciego de Ávila, el mismo se encontraba en muy malas condiciones y en época de lluvia era prácticamente intransitable, por lo que el ferrocarril monopolizaba todas las transportaciones hasta este lugar.

“Por este desarrollo que va adquiriendo el central Stewart y el poblado del Quince y Medio, la compañía norteamericana permite la fundación del Club Social del central Stewart, que contó siempre con la ayuda de Gumersindo Camacho, administrador de la entidad, quién fue desde el año 1927 el presidente de honor del mismo. El club era solamente para blancos de prestigio y empleados de confianza del ingenio, para la selección de los “socios”, entraban a jugar diferentes factores como: posición política y económica, rasgos físicos y vínculos con la raza negra”.

El desarrollo de este tipo de institución fue tan importante que los cronistas de la época señalaban que:…”En el central Stewart se ha de encontrar el viajero una capital en miniatura, donde resplandece una sociedad fina, culta y adinerada. El Club social es una demostración evidente. Quizás en la mayor parte de los pueblos de la República conozcan este centro social adonde acude un escogido grupo cuyo rasgo principal se encuentra en el espíritu de distinción que le anima y ennoblece.”

LA INMIGRACION HAITIANA

En las décadas iniciales de los años 1800 se conoce que llegaron los primeros inmigrantes haitianos a la isla, esa vez como esclavos de las dotaciones de colonos franceses.

Entre los años 1913-1921 embarcan hacia la Isla alrededor de 81000 haitianos como braceros para la zafra azucarera, que se asentaron fundamentalmente en las antiguas provincias del Oriente del país y del Camagüey. En este período vinieron hombres solos, del 1923 al 1927 ocurre otra gran oleada migratoria, en el cual ya se hacen acompañar de sus esposas, las que ayudaron a costear los gastos y la economía de la familia con su trabajo, Poco a poco se fue haciendo numerosa la familia con los hijos y nietos que iban naciendo en esta tierra.

El trabajo de educarlos y mantenerlos fue muy difícil debido a que se contaba con 7, 10, 12, 14, 18 y hasta 20 hijos que por demás también fueron creando sus familias. En los bateyes no había escuelas ni maestros, los centros educacionales quedaban muy distantes y los padres, tratando de proteger a sus hijos contra cualquier tipo de peligro, no los matriculaban.

No había tampoco el dinero para realizar esos gastos porque la enseñanza se pagaba, no era gratuita. El dinero que entraba en la casa no daba para comer, mucho menos para pagar los libros, las libretas, el maestro y cuantas necesidades se presentasen. Entonces se enseñaba por tradición oral, o de lo contrario un haitiano mayor enseñaba el creóle a su manera, sin método de estudio.

En aquel tiempo era obligatorio prepararse para laborar en el campo en el caso de los varones y para labores domésticas las hembras. Se pueden citar como familias de muchos hijos en estos lares las de: Juliana Baró, Emilia Luis, Ernesto Martínez, las hermanas: Cristina, Inés y Emelina Ramos Martínez; todas ellas hijas y descendientes de haitianos.

A pesar de todo ello se mantenía en la conciencia y en los sentimientos del emigrado una idea fija: regresar de nuevo a su tierra después de haber alcanzado progreso económico y posición decorosa que le permitiera disfrutar de buen reconocimiento y estatus social.

Estas ideas fueron tronchadas; en realidad no era tan fácil obtener trabajo y dinero como se decía en los rumores que escucharon en su país; se vieron envueltos en un callejón sin salida, no les quedaba otro remedio entonces que quedarse y aplatanarse en una tierra que poco a poco los fue aceptando como verdaderos hijos, como patrimonio de su cultura.

El deseo de regresar a Haití nunca desapareció de sus mentes y mucho menos de sus corazones.

De esta forma la inmensa mayoría de inmigrantes de esta etnia, que llegaron de Camphenague, Les Cayes, La Zil, San Lois, Tobec y de Puerto Príncipe, se asientan y van apareciendo sus agrupaciones en los poblados en la otrora región de Ciego de Ávila en los centrales azucareros: Stewart, Jagüeyal, Santo Tomás, Jatibonico, Algodones y Ciego de Ávila. Fueron utilizados como mano de obra para las actividades inherentes a la caña de azúcar y plantaron su semilla y su sudor en zonas apartadas de donde había una vida urbana rodeada de grandes negocios, en los bateyes cercano a los cañaverales.

Cuenta el longevo de 105 años, Antonio Guerrero Néstor (Edgard Guerrier, en creóle), quien fue Delegado ante el Cónsul de Haití en Cuba en la provincia de Camaguey para representar los intereses de los haitianos que vivían en los centrales azucareros, que: “Los haitianos, al igual que los gallegos e isleños, venían a Cuba en búsqueda de dinero pero, a diferencia de estos últimos, los haitianos vivían en pésimas condiciones en barracones. Después los barracones se forraron y comenzaron todos a vivir juntos y nada se perdía, se dormía en hamacas y en yaguas. Después, los hombres trajeron a mujeres haitianas e hicieron sus casitas de yagua, vivieron allí y después el dueño de la finca les comenzó a darles materiales para que ellos pudieran arreglar el barracón. Eso solamente no era así en el Quince y Medio, sino en todos los pueblos de Cuba.”

En el año 1919 se funda el Liceo, sólo para blancos, del que eran socios lo más “selecto” de la pequeña burguesía comercial y los colonos. Se llevaron a efecto las elecciones reglamentarias como establecían las leyes de aquella época.

Ya en 1927 existen tres sociedades divididas por la posición social y el color de la piel: El Club Social del central Stewart, el Liceo del Quince y Medio y la Sociedad “Mariana Grajales”.

También se dieron pasos importantes para fundar el Club de Jagüeyal, ocurrido años más tarde, el que organizó las fiestas del Palenque de Jagüeyal, lugar que tuvo importante trascendencia histórica en la lucha revolucionaria del año 1959. En el poblado de Júcaro se comenzaban también a desarrollar algunas actividades de tipo social patrocinadas por el gremio de la localidad que se aglutinaría posteriormente para celebrar los días 8 de septiembre, las fiestas en honor a la Virgen de la Caridad del Cobre, la que se sacaba en procesión por el mar sincretizándose con la Virgen María, madre de Dios.

Los lugares donde se fueron asentando los haitianos y sus descendientes se les denominaba como colonia cañera (el nombre de colonia venía desde el tiempo de los españoles) porque era propiedad de un terrateniente el cual se conocía por el sobrenombre de colono.

Las colonias en estos lugares se llamaron: La Carmita, El Porvenir, Andrés Morgado, Chiva o Lazo de Oro, La Caoba, Los Morenos, Don Simón, Área, Chivo, La Ofelia, Rasco, Isidoro, Dumoy, Domínguez, Eduviges, Venezuela, Caballé, Pitajones, La Americana, Josefina, Morenos en el Quince y Medio, Cesáreo, Robaina, Palma, Bravo, La Susana, Pina I, y Pina II, Castillo, Tres Bateyes, Brunes, Gato Prieto, Candita, La Ignacia y, Guiro, Patato, Hoyo de la Palma, Progreso y Palmarito.

Precisamente, Antonio Guerrero Néstor, que fue la personalidad más distinguida de estos asentamientos, desempeñó un papel muy importante en función de unificar la comunidad haitiana en esta zona. Señala que ellos no fundaron ninguna asociación, ni crearon ningún club; se mantuvieron alejados de cualquier tipo de organización que pudiera inmiscuirse en su cultura, en sus ritos, tradiciones, costumbres o religión; mantuvieron su cultura cerrada e impenetrable ante aquellos, que curiosamente querían saber lo que no se podía ni se debía decir. Utilizaban para ello la comunicación en creóle, su idioma natal, que por tradición oral fueron aprendiendo sus hijos y nietos. Hubo quien, ajenos a ellos, poco a poco pudo ganarse su amistad y aprendió de golpe y porrazo la lengua que cada vez se hacía común escuchar.

Ni los propios descendientes pudieron saber con claridad muchos de sus misterios, de sus secretos y de sus poderes para la adivinación en los cultos, los que gozaban de gran popularidad y de aceptación de las personas que vivían en el batey y sus alrededores, fundamentalmente de los blancos, que vieron en el haitiano al individuo con poder sobrenatural para la curación, la predicción del futuro y la protección de las grandes tragedias que pudieran sobrevenirle.

Entre los ritos religiosos practicados por esta comunidad se encontraban los bembés haitianos (festín que movilizaba a todas las personas que amaban a los haitianos, que eran muchas y creían en sus milagros), la ceremonia del vodú, y la semana santa, en la que se le rendía culto a los ancestros en su propia casa.

Los bailes de salón de corte francés constituían una forma refinada y culta de manifestarse en la sociedad, se hacía gala del buen vestir, de las buenas maneras, de la buena conducta y de las excelentes relaciones que existían entre las familias haitianas que eran invitadas con antelación a bailar en una glorieta destinada a tales efectos, ejemplo de ello lo constituyó la familia de Julia Martínez (en creóle, Neilá Chéri).

Las comidas de preferencia fundamentalmente se centraban en: el congrís de frijol negro, colorado o gandúl, y el arroz blanco, el potaje de frijol negro o colorado con dakey, la sopa de pan, la carne de cerdo, el pollo criollo, el pescado o el tazajo, la vianda hervida, que podía ser ñame, la yuca, el boniato, la calabaza, el quimbombó cosechado en las parcelas de tierra o en el “sitio” que poseían alrededor de la casa; también era común el dulce de fabricación casera: de calabaza china, el bombón, maní, ajonjolí, boniatillo, arroz con leche, coco; también se cocinaba el pan haitiano; los dulces se fabricaban fundamentalmente por mujeres y en abundancia para ir a vender a los cortes de caña donde laboraban los hombres; también hacían bebidas de gran sabor: el liké y el tiféi; se vendían las botellas de ron y de vino.

También se celebraban las fiestas del Primero de Enero, fecha de la independencia, triunfo de la Revolución de Haití en 1804. Ese día las familias se saludaban, los mayores aprovechaban para aconsejar a los niños y jóvenes de la familia acerca de lo que era bueno y malo, de lo que se debía hacer y lo que no se debía hacer, del sentido de la honradez, honestidad, seriedad, del respecto a la dignidad humana y la consagración al trabajo para poder vivir con la frente en alto sin abochornarse del sudor de sus manos y no del trabajo ajeno, porque robar era el acto más vergonzoso y abominable en que un hijo, nieto o pariente podía incurrir. Estos hechos no se aceptaba en la familia; se tomaba sopa de pan con calabaza, se le hacían regalos a los pequeños. Era un día singular que se iba de batey en batey para felicitar y saludar a otros paisanos, se le deseaba lo mejor, tranquilidad, bienestar, paz y prosperidad.

lunes, marzo 19, 2007

UNE PRÉSENCE RENE PREVAL, PRÉSIDENT DE LA HAÏTI, UN COMPORTEMENT DU GROUPE UNIQUE VOCAL DANS CREOLE DESANDANN

Le président de la Haïti René Preval a assisté dans la nuit du dimanche 18 mars à l'habit de fête de la rencontre de la Semaine de la Francofonía 2007, où il a mis en action le groupe vocal Desandann.

Accompagné par les ambassadeurs de la France et de la Haïti dans le Plus grand des Antilles, Marie - France Pagnier et Jen Raymond Simon, respectivement, et des fonctionnaires du Ministère des Affaires étrangères de la Cuba et d'autres représentants du Corps Diplomatique accrédité dans le pays, Preval il a aussi joui du comportement du groupe de danses arabes Aisha-Al-Hanan.

Le Président haïtien est arrivé en Cuba moyenne des heures d'avance, et a été direct dès l'aéroport vers le théâtre de l'Auditorium du Musée National de Beaux Arts où on présenterait le groupe vocal.

Desandann, un groupe unique vocal dans creole une connaissance jusqu'au moment en Cuba et dans le domaine de la Caraïbe, incluse la propre Haïti, il a surgi en 1994 comme initiative de quelques descendants de la communauté haïtienne, spécialement de sa directrice, Emilia Díaz Chávez, élevée au grade de Direction Chorale en 1978.

Son répertoire, tout dans creole, provient du folklore haïtien et montre de nos jours de divers rythmes et genres : l'yambalú, la meringue, une musique religieuse d'origine du vudú, et les autres. Parfois ils incorporent des mouvements corporels, très typique chez le Haïtien et avec certaine influence cubaine, comme accompagnateurs de l'interprétation orale.

Tant en Haïti, où ils ont agi dans quelques opportunités, comme aux États-Unis de l'Amérique du Nord - le lieu dans lequel ils ont été dans trois opportunités-, la France, le Canada, la Martinique et le Mexique ont connu de son art merveilleux vocal.

Le groupe a été récompensé dans divers certámenes nationaux et internationaux, et reçu la reconnaissance et l'hommage des autorités et le people de la province de Camaguey et d'autres territoires du pays.

Des descendants de Haïtiens ont précédé à son comportement à l'habit de fête l'interprétation de quelques nombres vocaux de la Cantoría Martha Jean Claude, un groupe d'enfants de 6 à 16 ans d'âge, et dirigés par Teresita Romero Miranda, du propre groupe Desandann.

Dans une occasion de la Semaine de la Francofonía 2007 a réalisé le vendredi 16 une conférence sur l'apport de Jacques Roumain à la promotion de la diversité culturelle, au compte du Docteur Jean Maxius Bernard, Conseiller au compte des affaires culturels de l'Ambassade de la Haïti en Cuba, et une dégustation de plats variés typiques haïtiens.
PRESENCIA RENE PREVAL, PRESIDENTE DE HAITI, ACTUACION DEL UNICO GRUPO VOCAL EN CREOLE DESANDANN

El presidente de Haití René Preval asistió en la noche del domingo 18 de marzo a la gala del encuentro de la Semana de la Francofonía 2007, donde actuó el grupo vocal Desandann.

Acompañado por los embajadores de Francia y de Haití en la Mayor de las Antillas, Marie- France Pagnier y Jen Raymond Simon, respectivamente, y de funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba y otros representantes del Cuerpo Diplomático acreditado en el país, Preval disfrutó también de la actuación del grupo de danzas árabes Aisha-Al-Hanan.

El Presidente haitiano arribo a Cuba media horas antes, y fue directo desde el aeropuerto hacia el teatro del Auditorium del Museo Nacional de Bellas Artes donde se presentaría el grupo vocal.

Desandann, único grupo vocal en creole conocido hasta el momento en Cuba y en el área del Caribe, incluido el propio Haití, surgió en 1994 como iniciativa de varios descendientes de la comunidad haitiana, en especial de su directora, Emilia Díaz Chávez, graduada de Dirección Coral en 1978.

Su repertorio, todo en creole, proviene del folklore haitiano y muestra hoy día diversos ritmos y géneros: el yambalú, el merengue, música de origen religiosa del vudú, y otros. A veces incorporan movimientos corporales, muy típico en el haitiano y con cierta influencia cubana, como acompañantes de la interpretación oral.

Tanto en Haití, donde han actuado en varias oportunidades, como en Estados Unidos de Norteamérica –lugar en el que han estado en tres oportunidades-, Francia, Canadá, Martinica y México han conocido de su maravilloso arte vocal.

El grupo ha sido premiado en diversos certámenes nacionales e internacionales, y recibido el reconocimiento y homenaje de las autoridades y pueblo de la provincia de Camaguey y de otros territorios del país.

Antecedió a su actuación en la gala la interpretación de varios números vocales de la Cantoría Martha Jean Claude, una agrupación de niños descendientes de haitianos de 6 a 16 años de edad, y dirigidos por Teresita Romero Miranda, del propio grupo Desandann.

En ocasión de la Semana de la Francofonía 2007 se realizó el viernes 16 una conferencia sobre el aporte de Jacques Roumain a la promoción de la diversidad cultural, a cargo del Doctor Jean Maxius Bernard, Consejero a cargo de los asuntos culturales de la Embajada de Haití en Cuba, y una degustación de variados platos típicos haitianos.

miércoles, febrero 07, 2007

RAPPELLERONT EN CUBA UN CENTENAIRE DE LA NAISSANCE DE JACQUES ROUMAIN
Octavio Borges

La Habana, 5 feb (AIN) Le centenaire de la naissance de l'intellectuel haïtien Jacques Roumain sera rappelé par un ample programme dans la Maison de l'Amérique.

Yolanda Wood, une directrice du Centre d'Études de la Caraïbe, de la Maison de l'Amérique, a informé que le roman emblématique de Roumain Gobernadores de la rosée, sera présentée durant la XVI Foire Internationale du Livre de La Havane.
La Maison de la Caraïbe, de Saint-Jacques-de-Cuba, se joindra aussi aux célébrations depuis le 19 prochain avec un programme de conférences sur la vie et oeuvre de Roumain et d'une rencontre artistique culturelle avec descendants de Haïtiens.

En avril la Maison de l'Amérique organisera un atelier de création graphique, d'une exposition et d'un panneau autour des études etnobotánicos du rendu hommage, considéré un grand ami du poète national Nicolas Guillén.

Jacques Roumain (1907-1944) a créé la revue Indigene et d'autres publications, en 1934 il(elle) a fondé le Parti communiste de la Haïti et a été son secrétaire général, a diplomatiquement représenté à son pays au Mexique et a cultivé presque tous genres littéraires.

Entre ses oeuvres La prise et l'ombre se détachent le conte, les nongirouettes La montagne ensorcelée et Les fantoches et le cahier de poésie la Madère d'ébène.

Le programme de souvenir inclut aussi le cycle fílmico la Haïti dans la cinématographie cubaine et un panneau sur ses traductions, dans la Maison Víctor Hugo, en plus des autres des études artistiques littéraires dans la Maison de l'Amérique.

photo (prise vers 1942) des archives CIDIHCA, D.R.

RECORDARAN EN CUBA CENTENARIO DEL NATALICIO DE JACQUES ROUMAIN
Octavio Borges

La Habana, 5 feb (AIN) El centenario del natalicio del intelectual
haitiano Jacques Roumain será recordado con un amplio programa en la
Casa de las Américas.
Yolanda Wood, directora del Centro de Estudios del Caribe, de la
Casa de las Américas, informó que la emblemática novela de Roumain
Gobernadores del rocío, será presentada durante la XVI Feria
Internacional del Libro de La Habana.
La Casa del Caribe, de Santiago de Cuba, también se sumará a las
celebraciones desde el próximo día 19 con un programa de conferencias
sobre la vida y obra de Roumain y un encuentro artístico cultural con
descendientes de haitianos.
En abril la Casa de las Américas organizará un taller de creación
gráfica, una exposición y un panel en torno a los estudios
etnobotánicos del homenajeado, considerado un gran amigo del poeta
nacional Nicolás Guillén.
Jacques Roumain (1907-1944) creó la revista Indigene y otras
publicaciones, en 1934 fundó el Partido Comunista de Haití y fue su
secretario general, representó diplomáticamente a su país en México y
cultivó casi todos los géneros literarios.
Entre sus obras se destacan el cuento La presa y la sombra, las
noveletas La montaña embrujada y Los fantoches y el cuaderno de poesía Madera de ébano.
El programa de recordación incluye también el ciclo fílmico Haití en
la cinematografía cubana y un panel sobre sus traducciones, en la Casa
Víctor Hugo, además de otros de estudios artísticos literarios en la
Casa de las Américas.

sábado, enero 20, 2007

JORNADA`POR TRIOMPHE des RÉVOLUTIONS de LA HAÏTI ET de LA CUBA Beatriz Cortes Alfaro

La Havane, 16 ene (AIN) Une journée de bons accueils par les anniversaires du triomphe des révolutions haïtienne, en 1804, et une Cubaine, en 1959, les deux le premier de janvier, réalisent des descendants de Haïtiens résidés à la Cuba durant tout janvier.

Des offrandes florales devant les bustes de José Martí, Toussant Louverture et Alexandre Petion dans les parcs la Centrale et de la Fraternité, dans la capitale du pays, ils(elles) ont initié les célébrations qui s'étendent dans tout le pays sur des communautés de cet etnia assis dans Guantánamo, Saint-Jacques-de-Cuba, Camagüey et d'autres provinces.

Le 19 de ce mois on réalisera dans le siège de l'Association de la Caraïbe l'une de ces activités, qui embrasse un programme varié de manifestations de la culture haïtienne dans la plus grande Antilla.






GRAFICAS DEL ENCUENTRO DE DESCENDIENTES DE HAITIANOS CELEBRANDO TRIUNFOS DE LAS REVOLUCIONES DE HAITI Y DE CUBA

JORNADA`POR TRIUNFO DE REVOLUCIONES DE HAITI Y DE CUBA
Beatriz Cortes Alfaro

La Habana, 16 ene (AIN) Una jornada de festejos por los aniversarios del triunfo de las revoluciones haitiana, en 1804, y cubana, en 1959, ambas un primero de enero, realizan descendientes de haitianos radicados en Cuba durante todo el mes de enero.

Ofrendas florales ante los bustos de José Martí, Toussant Louverture y Alexander Petion en los parques Central y de la Fraternidad, en la capital del país, iniciaron las celebraciones que se extienden por todo el país por comunidades de esa etnia asentados en Guantánamo, Santiago de Cuba, Camagüey y otras provincias.

El día 19 se realizará en la sede de la Asociación del Caribe una de estas actividades, la cual abarca un programa variado de manifestaciones de la cultura haitiana en la Antilla mayor.

La Casa de la Cultura de Centro Habana acogió esta semana a representantes de los distintos municipios capitalinos que degustaron comidas típicas y danzaron al compás de las músicas de Haití y Cuba.

A través de los años se han ido sedimentando en la realidad cubana los elementos y valores de toda naturaleza proveniente de los haitianos, convirtiéndose en parte inseparable del desarrollo integral de toda la sociedad.

Con los cambios sociales ocurridos en territorio cubano a partir de 1959, los haitianos y sus descendientes residentes aquí fueron beneficiados por las conquistas revolucionarias y han mostrado ser fieles cumplidores de los compromisos y deberes que este proceso les genera.

Actualmente se desarrollan diversas investigaciones e intercambios de experiencias con la propuesta de un censo específico entre esta etnia con el propósito de alcanzar una integral caracterización de las expresiones de lo haitiano en la dimensión cultural del pueblo cubano.
bca ray cmb ipp 06 14:21

jueves, enero 04, 2007

L'IMMIGRATION HAÏTIENNE. UNE INTRODUCTION

l'immigration haïtienne et sa descendance en Cuba a une manifestation particulière.
Avant que Christophe Colòn n'arrive à l'île déjà habìa dans elle une population originaire de la Haïti, une région appelée prends racine ì par les aborigènes qui, dans la langue arawak, il signifie une "terre de hautes montagnes".

Un autre exode de terre haïtienne vers la Cubaine a trouvé sa l'origine par les événements qui ont conduit à la révolution haïtienne, le triomphe des esclaves rebelles et le constituciòn du repùblica noir le premier de janvier 1804. Les colons français ont fui et j'obtiens ils ont traîné une dépêche de ses dotations d'esclaves, des mulâtres libres et les autres qui n'ont pas sympathisé avec le nouvel ordre social.

Ils ont conformé l'émigration le franc haïtienne vers la Cuba de fins du XVIIIe siècle et les principes du XIXe.

Mais le grand màs est arrivé des Haïtiens l'occasion ò l'inversion dans l'industrie sucrière cubaine par les compañìas transnationaux nord-américains, dans les premières décennies du XXe siècle, et la demande bon marché de main-d'oeuvre. La Première Guerre mondiale incentiv ò le dérangement des antillais recrutés comme manoeuvres et dans des conditions de semiesclavage.

Les va-et-vient dans le prix du sucre sur le marché, la crise économique mondiale et le facteur d'opposition il interne des travailleurs cubains vers l'immigration de travail étrangère, concitarìan le panorama de rejet et les décrets - lois et demàs des instruments gubernalmentales qui ont provoqué l'interrupciòn de l'arrivée massive de ces immigrants après le 1931, le rapatriement inévitable et sorti de milliers d'antillais, spécialement des Haïtiens et des Jamaïcains.

Écoulé les années suivraient, dans une moindre mesure, d'autres tránsitos et arribos des Haïtiens en Cuba - inclus les hommes politiques poursuivis et de l'autre nature faits courir ventre à terre au régime de la terreur que Francoise Duvalier a implantée en Haïti-, auquel se conformerait une masse de résidants haïtiens et de ses descendants dans des conditions les plus précaires de vie et de pression sociale, condicionante de la perception et du traitement octroyé aux antillais et à ses "pigeons".

La Révolution triomphante du Premier de janvier 1959 est venue à arrêter circunstancialmente cette émigration et - à radicalement changer - le panorama du Haïtien et de ses descendants en Cuba, ensemble avec les transformations politiques, économiques et sociales qu'a apaisées l'arrivée au pouvoir du mouvement révolutionnaire pris la tête par le Commandant chez le Chef Fidel Castro Ruz.

Les Haïtiens et ses descendants ont reçu les mêmes droits et participent à l'accomplissement des responsabilités ainsi que le reste des Cubains.

Ils sont des protagonistes dans l'histoire et la culture de la nation cubaine, et aussi comme le reste du peuple, libèrent les actuelles batailles de l'île par la défense et le triomphe définitif de la justice et de la raison.